martes, 28 de julio de 2009
LITERATURA DE CORDEL
En Salvador de Bahía, en la Cidade Baixa, justo enfrente del célebre Mercado Modelo, hay una feria de artesanías y objetos de arte. Entre ese colorido de abalorios, berimbaus, parches diversos, ropajes multicolores, Cd’s, Dvd’s, imágenes de Orixás, etc., un pequeño puesto se destaca, si bien no por su colorido visual, sí por su colorido cultural. Es el puesto en el que los famosos “cantores repentistas” (algo así como nuestros “payadores”, que al ritmo de sus cordófonos improvisan letras mordaces y risibles, de las cuales todo visitante es víctima) venden sus discos, y donde pueden hallarse a un mínimo precio toda una retahíla de títulos de la llamada “Literatura de cordel”. La primera referencia que tuve de este género me llegó a través de la lectura de esa novela extraordinaria de Jorge Amado titulada “Tienda de los milagros”. Dicen que tuvo su origen ya en el medioevo, en la península ibérica. También dicen que alcanzó su máxima expresión en el nordeste de Brasil. Lo que es a mí, neófito en la cuestión, me cuesta pensar que exista otro lugar en que tal expresión literaria pueda haber alcanzado semejante esplendor. Se trata de folletines de papel e impresión baratos, en la que los artistas hacen gala de su gracia, talento y capacidad de versificación en historias cotidianas, mitos populares, relatos de capoeira, leyendas, competencias de talento e improvisación entre celebridades del género, etc. Se dice también que son utilizados en planes de alfabetización, y que muchos bahianos aprenden a leer por el sólo hecho de poder gozar de estas historias mínimas pero llenas de humor no exentas de observaciones profundas en todo sentido.
A continuación, algunos ejemplares. Vayan tomándole el gusto, que sí lo tiene.
História de Juvenal e o Dragão
A Força do Amor
A Filha do Pescador
A história do bode com a raposa
Peleja Do Cego Aderaldo Com o Indio Azuplim
O soldado jogador
Varias
Y para mayor información, ver artículo de Diego Chozas Ruiz-Belloso
viernes, 3 de julio de 2009
Pedro Luis Ferrer
Conocí la obra de Pedro Luis Ferrer en Santiago de Cuba. Según él se define: “Compositor y cantante cubano, de formación autodidacta (aunque por un diccionario de la Música Cubana supe que me gradué en el Instituto Superior de Arte de La Habana -lo cual me habría gustado). Escribo canciones, guarachas, changüisas... Compongo, además, música de concierto para guitarra, piano y orquesta. Me gusta expresarme en décimas, sonetos, redondillas y formas libres de la poesía española que, en diálogo libre con las esencias del canto y el verso provenientes del Africa Yorubá y Bantú, han devenido cubanas. Nací en Yaguajay, un pueblo al norte de Sancti Spiritus, en una familia de cultores de la poesía popular y festiva. Desde mi temprana adolescencia vivo en La Habana, Cuba, donde tengo un modesto y personal estudio de grabación para realizar mis matrices. Desde el 2005 suelo organizar largas estancias y jornadas de conciertos en Europa."
Cierta tarde en un bar, un grupo de cuatro argentinos y un cubano bebíamos mojitos y discutíamos acerca de si es universalmente válido el juicio que sindica a la democracia como el mejor sistema político posible. Dogmáticos un par, y con ese clisé que nuestra clase gobernante declara apodíctico, sostenían que por peor que sea el funcionamiento, seguía siendo la única posibilidad viable, siendo cualquier variante sólo otra expresión de la tiranía y el totalitarismo. Otros, no tan influidos por parámetros “políticamente correctos”, sosteníamos que los sistemas políticos se legitiman en la acción, independientemente de su origen institucional. Mientras la confrontación subía de tono, el quinto en discordia -el amigo santiaguero- sonreía, por demás divertido por la acalorada argumentación de las partes. Y no soltó prenda ni tomó partido por ninguna de las irreconciliables facciones. Sólo un rato después, en su casa, y sin preámbulo alguno, soltó la mejor argumentación de la agitada tarde. Y no fue por su boca, sino, reproduciendo en su computadora la grabación del recitado de la décima ¿Democracia? a cargo de Pedro Luis Ferrer. Y acto seguido, gentil y generosamente, me copió un CD con todas las canciones de este extraordinario músico y poeta cubano. Los invito a conocer su obra. Pueden hacerlo ingresando en su blog
miércoles, 10 de junio de 2009
Acerca de refranes y proverbios
G. I. Gurdjieff solía decir que la sabiduría más profunda debía buscarse en las frases y proverbios populares. Y cuesta mucho realmente contradecir tal juicio; sospecho que inmensos tratados filosóficos o éticos podrían resumirse fácilmente en uno sólo de estos guiños de sentido que tienen muchas veces la contundencia de una verdad de a puño, apodíctica e insoslayable. También toneladas de literatura correrían idéntica suerte a la hora de confrontar. Claro, estos escuetos y significativos juicios tienen a favor varios ítems, a saber: su carácter de anónimos despejan toda sospecha de egotismo que tan desagradable resulta frente obras de autores consagrados, y más aún ante los que aspiran a serlo, tan exacerbados a veces por ímpetus de trascendencia; su antigüedad y difusión ecuménica, en muchos casos milenaria, que prueba sobradamente una validez universal en términos de espacio-tiempo –cosa que los otros géneros distan mucho de poder exhibir- (y esto en un sentido que podría considerarse filogenético, sin tomar en cuenta que son los ancianos los principales acuñadores y difusores del género, especie que aseguraría también su valor ontogenético); su calidad quintaesencial, ya que son producto de tamizaciones de experiencias que se reducen hasta arribar a la piedra filosofal del concepto que se quiere transmitir; la extraordinaria utilización de la analogía en función del humor, que aporta un condimento especial de valor agregado a la intelección de la idea, más allá del dramatismo que pudiere comportar.
En definitiva, queremos destacar que el verdadero saber popular es sencillo pero no ingenuo, es práctico pero no pragmatista, y no necesita mayor validación que la de la experiencia directa. Mas aún así la trasciende. No hay otro floreo que su fondo vital y la enseñanza que transmite, ni necesita más corroboración que la existencia cotidiana. Nuestro atosigado dasein tiene muy pocas señales claras y concretas a las que ceñir su caótico periplo, no las perdamos, a veces lo que parece perogrullo no es más que un atajo hacia lo real.
Y ahora me callo, porque más pronto cae un hablador que un cojo.
Un excelente compendio de refranes
miércoles, 13 de mayo de 2009
Juan Filloy, flagrante deuda interna de la literatura argentina
¿Quién es Juan Filloy? O mejor dicho, ¿Quién fue Juan Filloy? Si usted es buen lector, y sobre todo argentino, quizá haya leído algo, o lo haya encontrado en glosas, epígrafes, o por qué no -en el mejor de los casos-, habrá leído alguno que otro de sus trabajos. Magro, muy magro reconocimiento público para uno de los más grandes y originales autores de habla hispana. Y tal vez su pingüe renombre sería aún menor si no hubiera sido por la célebre mención de su novela Caterva formulada por Julio Cortázar en Rayuela, -sobre la cual, por remanida, no nos explayaremos-.
En fin, este gigante oculto nació en Córdoba el 1º de agosto de 1894 y murió el 15 de julio de 2000, con lo que consiguió su propósito de convertirse en “escritor de tres siglos” –interpretación calendárica de por medio, tampoco vamos a negarle esta pretensión-. Según la Universidad de Río Cuarto, “compartió la vida y el trabajo con sus seis hermanos en el negocio de ramos generales que su padre tenía en el Barrio Gral. Paz hasta que se recibió de abogado en la Universidad Nacional de Córdoba.
De joven fue también dibujante caricaturista, además de uno de los fundadores del popular Club Talleres de Córdoba (aunque jamás jugó al fútbol), del Golf Club de Río Cuarto, y del Museo de Bellas Artes de dicha localidad.
Trabajó durante sesenta años en el Diario El Pueblo, en donde tenía una sección de glosa del día, de crítica teatral, arte, etc. etc.”
Autodesignado “campeón mundial de palíndromos” –otra de las características originalísimas del gran autor-, nos ha dejado numerosísimas y extraordinarias muestras de tan desmesurada habilidad. Y tanto y tanto tiempo dedicado a la pasión literaria nos legó tantas y tantas narraciones y poemas cuya excelencia quizá sea solamente comparable a la indiferencia del público y de los editores (no así de la crítica en general y los organismos literarios y culturales, que lo han galardonado con loas y reconocimientos quizá tampoco acordes a su real estatura, pero bueno, algo es algo). Tal vez no deba omitir que entre otras de sus “excentricidades”, todos los títulos sus novelas constan de siete letras.
No dejen de asomarse a la obra de este gran maestro. Por ahí se consiguen ediciones viejas y amarillentas de algunas de sus grandes novelas, y también he visto que han editado no hace tanto algunas que otras más. De su obra capital (Cortázar mediante), Caterva, hay una edición de la Universidad de Río Cuarto, búsquenla por ahí. Yo la he podido conseguir no hace mucho, después de requisas tan exhaustivas como infatigables.
Y un último pedido desesperado: ¡déjense de joder con los derechos de autor y permitan la subida a internet, por favor! No quedemos ignaros de su grandeza por el chiquitaje mercantilista, porque de todos modos y como viene la mano, ¿cuánto pueden perder?
Imagino al viejo jurista, más allá del ego, dando por cerradas estas líneas con el consabido “Será justicia”.
lunes, 11 de mayo de 2009
El heresiarca y cía., cuentos magistrales de Apollinaire
Guillaume Apollinaire (Wilhelm Apollinaris de Kostrowitzky; Roma, 1880 - París, 1918) Escritor francés, de origen polaco. Es considerado un precursor del surrealismo, en tanto sus célebres poemas (El Bestiario o el Cortejo de Orfeo -1911-, Alcoholes, -1913-, o los Caligramas, publicados póstumamente) abrevan de la corriente simbolista, superándola tanto formalmente como en los contenidos y abriendo varias avenidas luego utilizadas por la troupe surrealista. Amigo de artistas de la talla de Picasso y de Braque, abogó por el cubismo desde sus críticas en revistas especializadas de la época.
El filósofo Adolfo Ruiz Díaz me contó cierta vez que solía sentarse a leer frente al busto que los surrealistas habían erigido en su honor frente a uno de los tantos hoteles parisinos de los que el poeta había tenido que fugarse por no tener con qué pagar.
Si bien su celebridad (más que justificada, por cierto) se debe en su mayor parte a su obra poética, es autor de relatos magistrales (y otros no tanto, de sesgo chabacano y poco cacumen, pero que fueron producto de la necesidad -ya que tenía que garrapatearlos a raíz de las penurias económicas ya referidas-). Queremos sugerir la lectura de El Heresiarca y cía., conjunto de cuentos cuya originalidad, inspiración, agudeza, y qué se yo cuántos calificativos de este orden más, lo hacen, sin sombra de duda, una verdadera e imperdible obra maestra de su género.
El heresiarca y cía.
martes, 5 de mayo de 2009
CARLOS CASTANEDA, o la delgada línea entre antropología y esoterismo
Luego de la publicación de la tesis doctoral elaborada para la UCLA por Carlos Castaneda (que versaba sobre la utilización de plantas psicotrópicas entre los indios Yaqui), y de la desmesurada repercusión que la misma tuvo fuera del ámbito académico, ocurrió que el citado autor, -argumentando que el sistema de creencias en estudio había terminado “tragándose” (según su propia expresión) al antropólogo para hacerlo devenir en aprendiz de brujo-, procedió a partir de allí a la redacción de una retahíla de títulos, a través de los cuales pretendió dar cuenta de la realidad operativa y coherencia interna de un sistema basado en ideas y conceptos completamente reñidos con la pretensa objetividad de la ciencia. Eso le valió, por un lado, no sólo el repudio sino también el encono de colegas y pensadores sistemáticos en general; y por otro la admiración incondicional y elevación mesiánica de quienes postulan modos de aprehensión de lo real más laxos y de corte New Age. Traidor y oportunista para los primeros, héroe esclarecido que pudo sortear la trampa de monstruos logicistas para los otros, el ecumenismo alcanzado por su obra parece haberlo convertido en el adalid de quienes propician un conflicto sintáctico que recién comienza a plantearse en términos concretos, más allá de todas las incipientes escaramuzas que fueron manifestándose a lo largo de la historia.
Es sintomático el afán con el que muchos de sus colegas se empeñan en descubrir tanto la falsedad de sus reportes como la inescrupulosidad de sus subrepticias intenciones. Tan afanosos lucen que dejan entrever inequívocos signos de envidia y celos profesionales que tendrían legítimo lugar si no hubiese sido el propio hechicero quien se encargó de dejar muy claramente expresada su voluntad de abandonar jergas y procedimientos de sesgo cientificista. Han pretendido invalidar sus informes pillándolo en algunas presuntas mentiras respecto de su historia personal, o acusándolo de haber robado y/o plagiado trabajos de campo a sus colegas. Hay incluso quienes suponen que pueden desvirtuar un sistema ya de por sí endeble –salvo en términos editoriales, por cierto- informando al gran público que era peruano, de Cajamarca, y no brasileño, como parece haberse empeñado en hacernos creer el díscolo antropólogo. Y dan cuenta de muchos detalles de su vida “real” que parecen contradecir lo poco que de ella es reseñado en su obra. Lo episódico y tangencial de tales diatribas en mucho se apartan de la seriedad procedimental que ellos mismos sostienen, y nos invitan descaradamente a participar de esas falacias de composición con una intencionalidad tanto o más criticable que la que intentan anatemizar.
Pero quizá lo más extravagante de esta polémica esté dado por la forma en que parece haberse cerrado, y que demuestra el grado de irresponsabilidad observado por ambas partes. Bien sabido es que la mística neolítica cuya tradición obtuvo Castaneda de un brujo Yaqui al que llamó “Juan Matus” comporta el proceso hacia una forma alternativa de morir. Sus detractores lo acusan de haber dispuesto las cosas para ocultar su prosaica muerte física, a la manera de un Empédocles posmoderno, y dan pelos y señales de la dolencia, agonía y deceso del científico devenido en médico brujo. Mas nada de esto disuadirá a los incondicionales de Carlos, ni siquiera un puntilloso certificado de defunción. El pensamiento mágico no se arredra ante tales nimiedades formales.
Quizá la única reflexión sintética extraíble respecto de tales consideraciones, que finalmente parecen acotarse al ámbito del lenguaje, la haya dado un amigo del propio Castaneda, cuando al ser interrogado acerca de la veracidad o falsía de los reportes, comentó que si eran ciertos, constituían un aporte invalorable al conocimiento científico y al pensamiento en general; y si lo había inventado todo, era, al menos, un consumado escritor de ficción. De cualquier modo, concluyó, Carlos sale ganando. Y éste sí que es un juicio difícil de refutar.
Una realidad aparte
Viaje a Ixtlán
Relatos de poder
El conocimiento silencioso
El fuego interno
Gregory Bateson, un científico diferente
Gregory Bateson (1904-1980), científico anglo-estadounidense que incursionó en numerosas ramas de la ciencia, por lo que su labor es muy difícil de clasificar en una sola disciplina (cibernética, antropología, etnología, teoría general de los sistemas, psicología anormal, lógica, epistemología, etc.) Su pensamiento de corte integral no sólo le valió un merecido reconocimiento entre los estamentos de la ciencia tradicional, sino que además fue considerado paradigma por las surgentes modalidades de pensamiento alternativo.
Tanto la originalidad de sus enfoques metodológicos sobre problemáticas preexistentes como la profundidad y agudeza de sus investigaciones lo llevaron a abrir nuevas avenidas de pensamiento, algunas apenas tanteadas y dejando el camino abierto a toda una cohorte de discípulos y seguidores, algunos de real fuste (tal el caso de Paul Watzlawick (1921-2007)
Entre algunos de sus aportes, podríamos citar (arbitraria y fragmentariamente, cosa que él, con toda seguridad, hubiese reprobado) la teoría del “doble vínculo” en la génesis de la esquizofrenia, el carácter determinante del contexto en las pautas de comunicación, la inclusión en el menú epistemológico de nociones descartadas por la ciencia tradicional, (como por ejemplo, la de “espíritu”), la aplicación del método cibernético a temas biológicos o socioculturales, etc.
Algunos fragmentos y lecturas:
Espíritu y naturaleza, Cap. II
Un hombre del Renacimiento: Gregory Bateson, por Pablo Capanna
Espero que esto los motive, consigan los libros, no son tan difíciles (ni de conseguir ni de leer)
jueves, 30 de abril de 2009
Joaquín Pasos, un artista trascendente
Joaquín Pasos (Nicaragua, 1914-1947) escritor, poeta y militante nicaragüense, ha dejado en su corto pasaje por este mundo cantidad de poemas extraordinarios, de una profundidad y belleza que aún hoy día constituyen vanguardia. Ni qué hablar de la actualidad de sus reflexiones. Aquí van un par de muestras de su talento:
"Se comercian las ideas, se comercia el honor, se comercia el gobierno, el amor, la mujer, el hombre, el periódico, el voto, el sentido común. Se comercia la razón, la tierra, el canal. Se comercia el sandinismo, el conservatismo y el agua. Se comercia el liberalismo, la luz, el pensamiento y la caricatura. Se comercian: la aptitud, la opción, el verso, la conciencia, la palabra, la prosa, el discurso, la política y el odio. Se comercia la estupidez y la tontería. Se comercian la noticia y La Noticia. Se comercia la nación y La Nación se comercia el comercio y El Comercio." (Opera bufa, 1934)
Y a continuación, ese poema monumental:
Canto de guerra de las cosas
Cuando lleguéis a viejos, respetaréis la piedra,
si es que llegáis a viejos,
si es que entonces quedó alguna piedra.
Vuestros hijos amarán al viejo cobre,
al hierro fiel.
Recibiréis a los antiguos metales en el seno de vuestras familias,
trataréis al noble plomo con la decencia que corresponde a su carácter dulce;
os reconciliaréis con el zinc dándole un suave nombre;
con el bronce considerándolo como hermano del oro,
porque el oro no fue a la guerra por vosotros,
el oro se quedó, por vosotros, haciendo el papel de niño mimado,
vestido de terciopelo, arropado, protegido por el resentido acero…
Cuando lleguéis a viejos, respetaréis al oro,
si es que llegáis a viejos,
si es que entonces quedó algún oro.
El agua es la única eternidad de la sangre.
Su fuerza, hecha sangre. Su inquietud, hecha sangre.
Su violento anhelo de viento y cielo,
hecho sangre.
Mañana dirán que la sangre se hizo polvo,
mañana estará seca la sangre.
Ni sudor, ni lágrimas, ni orina
podrán llenar el hueco del corazón vacío.
Mañana envidiarán la bomba hidráulica de un inodoro palpitante,
la constancia viva de un grifo,
el grueso líquido.
El río se encargará de los riñones destrozados
y en medio del desierto los huesos en cruz pedirán en vano que regrese el
agua a los cuerpos de los hombres.
Dadme un motor más fuerte que un corazón de hombre.
Dadme un cerebro de máquina que pueda ser agujereado sin dolor.
Dadme por fuera un cuerpo de metal y por dentro otro cuerpo de metal
igual al del soldado de plomo que no muere,
que no te pide, Señor, la gracia de no ser humillado por tus obras,
como el soldado de carne blanducha, nuestro débil orgullo,
que por tu día ofrecerá la luz de sus ojos,
que por tu metal admitirá una bala en su pecho,
que por tu agua devolverá su sangre.
Y que quiere ser como un cuchillo, al que no puede herir otro cuchillo.
Esta cal de mi sangre incorporada a mi vida
será la cal de mi tumba incorporada a mi muerte,
porque aquí está el futuro envuelto en papel de estaño,
aquí está la ración humana en forma de pequeños ataúdes,
y la ametralladora sigue ardiendo de deseos
y a través de los siglos sigue fiel el amor del cuchillo a la carne.
Y luego, decid si no ha sido abundante la cosecha de balas,
si los campos no están sembrados de bayonetas,
si no han reventado a su tiempo las granadas… dado el pecho de los vivos,
somos la selva que avanza.
Somos la tierra presente. Vegetal y podrida.
Pantano corrompido que burbujea mariposas y arco-iris.
Donde tu cáscara se levanta están nuestros huesos llorosos,
nuestro dolor brillante en carne viva,
oh santa y hedionda tierra nuestra,
humus humanos.
Desde mi gris sube mi ávida mirada,
mi ojo viejo y tardo, ya encanecido,
desde el fondo de un vértigo lamoso
sin negro y sin color completamente ciego.
Asciendo como topo hacia el aire
que huele mi vista,
el ojo de mi olfato, y el murciélago
todo hecho de sonido.
Aquí la piedra es piedra, pero ni el tacto sordo
puede imaginar si vamos o venimos,
pero venimos, sí, desde mi fondo espeso,
pero vamos, ya lo sentimos, en los dedos podridos
y en esta cruel mudez que quiere cantar.
Como un súbito amanecer que la sangre dibuja
irrumpe el violento deseo de sufrir,
y luego el llanto fluyendo como la uña de la carne
y el rabioso corazón ladrando en la puerta.
Y en la puerta un cubo que se palpa
y un camino verde bajo los pies hasta el pozo,
hasta más hondo aún, hasta el agua,
y en el agua una palabra samaritana
hasta más hondo aún, hasta el beso,
Del mar opaco que me empuja
llevo en mi sangre el hueco de su ola,
el hueco de su huida,
un precipicio de sal aposentada.
Si algo traigo para decir, dispensadme,
en el bello camino lo he olvidado.
Por un descuido me comí la espuma,
perdonadme, que vengo enamorado.
Detrás de ti quedan ahora cosas despreocupadas, dulces.
Pájaros muertos, árboles sin riego.
Una hiedra marchita. Un olor de recuerdo.
No hay nada exacto, no hay nada malo ni bueno,
y parece que la vida se ha marchado hacia el país del trueno.
Tú, que vista en un jarrón de flores el golpe de esta fuerza,
tú, la invitada al viento en fiesta.
tu, la dueña de una cotorra y un coche de ágiles ruedas, sobre la verja
tú que miraste a un caballo del tiovivo
y quedar sobre la grama como esperando que lo montasen los niños de la escuela,
asiste ahora, con ojos pálidos, a esta naturaleza muerta.
Los frutos no maduran en este aire dormido
sino lentamente, de tal suerte que parecen marchitos,
y hasta los insectos se equivocan en esta primavera sonámbula, sin sentido.
La naturaleza tiene ausente a su marido.
No tienen ni fuerzas suficientes para morir las semillas del cultivo
y su muerte se oye como el hilito de sangre que sale de la boca del hombre herido.
Rosas solteronas, flores que parecen usadas en la fiesta del olvido,
débil olor de tumbas, de hierbas que mueren sobre mármoles inscritos.
Ni un solo grito. Ni siquiera la voz de un pájaro o de un niño
o el ruido de un bravo asesino con su cuchillo.
¡Qué dieras hoy por tener manchado de sangre el vestido!
¡Qué dieras por encontrar habitado algún nido!
¡Qué dieras porque sembraran en tu carne un hijo!
Por fin, Señor de los Ejércitos, he aquí el dolor supremo.
He aquí, sin lástimas, sin subterfugios, sin versos,
el dolor verdadero.
Por fin, Señor, he aquí frente a nosotros el dolor parado en seco.
No es un dolor por los heridos ni por los muertos,
ni por la sangre derramada ni por la tierra llena de lamentos
ni por las ciudades vacías de casas ni por los campos llenos de huérfanos.
Es el dolor entero.
No puede haber lágrimas ni duelo
ni palabras ni recuerdos,
pues nada cabe ya dentro del pecho.
Todos los ruidos del mundo forman un gran silencio.
Todos los hombres del mundo forman un solo espectro.
En medio de este dolor, ¡soldado!, queda tu puesto
vacío o lleno.
Las vidas de los que quedan están con huecos,
tienen vacíos completos,
como si se hubieran sacado bocados de carne de sus cuerpos.
Asómate a este boquete, a éste que tengo en el pecho,
para ver cielos e infiernos.
Mira mi cabeza hendida por millares de agujeros:
a través brilla un sol blanco, a través un astro negro.
Toca mi mano, esta mano que ayer sostuvo un acero:
¡puedes pasar en el aire, a través de ella, tus dedos!
He aquí la ausencia del hombre, fuga de carne, de miedo,
días, cosas, almas, fuego.
Todo se quedó en el tiempo. Todo se quemó allá lejos.
miércoles, 29 de abril de 2009
A LA MESA! (Antonin Artaud, Carta a los poderes)
Abandonad las cavernas del ser. Venid, el espíritu alienta fuera del espíritu. Ya es hora de dejar vuestras viviendas. Ceded al omnipensamiento. Lo Maravilloso está en la raíz del espíritu. Nosotros estamos dentro del espíritu, en el interior de la cabeza. Ideas, lógica, orden, Verdad (con V mayúscula), Razón: todo lo ofrecemos a la nada de la muerte. Cuidado con vuestras lógicas, señores, cuidado con vuestras lógicas; no imagináis hasta dónde puede llevarnos nuestro odio a la lógica. La vida, en su fisonomía llamada real, sólo se puede determinar mediante un alejamiento de la vida, mediante un suspenso impuesto al espíritu; pero la realidad no está allí. No hay, pues, que venir a fastidiarnos en espíritu a nosotros, que apuntamos hacia cierta eternidad suprarreal, a nosotros que desde hace ya tiempo no nos consideramos del presente y somos para nosotros como nuestras sombras reales. Aquél que nos juzga no ha nacido al espíritu, a ese espíritu a que nos referimos y que está, para nosotros, fuera de lo que vosotros llamáis espíritu. No hay que llamar demasiado nuestra atención hacia las cadenas que nos unen a la imbecilidad petrificante del espíritu. Nosotros hemos atrapado una nueva bestia. Los cielos responden a nuestra actitud de absurdo insensato. El hábito que tenéis todos vosotros de dar la espalda a las preguntas no impedirá que los cielos se abran el día establecido, y que un nuevo lenguaje se instale en medio de vuestras imbéciles transacciones. Queremos decir: de las transacciones imbéciles de vuestros pensamientos.
Hay signos en el Pensamiento. Nuestra actitud de absurdo y de muerte es la de mayor receptividad. A través de las hendiduras de una realidad en adelante no viable, habla un mundo voluntariamente sibilino.
EDITORIAL
La imagen precedente corresponde a Ed Stalker, nuestro benemérito editor, en uno de sus últimos avatares, tomada por la irresistible lente del fotógrafo Mario Ruiz.
A resultas de las influencias sutiles llevadas a cabo quién sabe por medio de qué artilugios por éste, nuestro factótum, durante el año 1999 y subsiguientes se reunió en una vieja casa del barrio de La Loma, ciudad de La Plata, un grupo de escribas, plásticos, músicos, y el citado fotógrafo, para desarrollar una suerte de proyecto editorial, tal lo demandado por el viejo Ed, sorprendiendo a extraños y sobre todo, a propios.
Ahora, y habiendo cesado la influencia cohesiva de tan ilustre y enigmático aglutinante, cada uno continuó con sus labores separadamente, ajenos en tiempo y espacio; y solamente se reúnen, tal vez porque algún virtual albacea de Ed así lo ha dispuesto, en esta página. Todos sabemos lo difícil que resulta mantener unida a la caterva.
Para más datos, por favor, comunicarse vía E-mail donde, si bien no serán respondidos todos sus interrogantes, trataremos de complacerlos al menos en los que a nosotros conciernen. Algo es algo. Para los otros, los trascendentes, necesitaríamos del viejo Ed; pero, como ya dijimos, le hemos perdido el rastro.