miércoles, 10 de junio de 2009

Acerca de refranes y proverbios


G. I. Gurdjieff solía decir que la sabiduría más profunda debía buscarse en las frases y proverbios populares. Y cuesta mucho realmente contradecir tal juicio; sospecho que inmensos tratados filosóficos o éticos podrían resumirse fácilmente en uno sólo de estos guiños de sentido que tienen muchas veces la contundencia de una verdad de a puño, apodíctica e insoslayable. También toneladas de literatura correrían idéntica suerte a la hora de confrontar. Claro, estos escuetos y significativos juicios tienen a favor varios ítems, a saber: su carácter de anónimos despejan toda sospecha de egotismo que tan desagradable resulta frente obras de autores consagrados, y más aún ante los que aspiran a serlo, tan exacerbados a veces por ímpetus de trascendencia; su antigüedad y difusión ecuménica, en muchos casos milenaria, que prueba sobradamente una validez universal en términos de espacio-tiempo –cosa que los otros géneros distan mucho de poder exhibir- (y esto en un sentido que podría considerarse filogenético, sin tomar en cuenta que son los ancianos los principales acuñadores y difusores del género, especie que aseguraría también su valor ontogenético); su calidad quintaesencial, ya que son producto de tamizaciones de experiencias que se reducen hasta arribar a la piedra filosofal del concepto que se quiere transmitir; la extraordinaria utilización de la analogía en función del humor, que aporta un condimento especial de valor agregado a la intelección de la idea, más allá del dramatismo que pudiere comportar.
En definitiva, queremos destacar que el verdadero saber popular es sencillo pero no ingenuo, es práctico pero no pragmatista, y no necesita mayor validación que la de la experiencia directa. Mas aún así la trasciende. No hay otro floreo que su fondo vital y la enseñanza que transmite, ni necesita más corroboración que la existencia cotidiana. Nuestro atosigado dasein tiene muy pocas señales claras y concretas a las que ceñir su caótico periplo, no las perdamos, a veces lo que parece perogrullo no es más que un atajo hacia lo real.
Y ahora me callo, porque más pronto cae un hablador que un cojo.
Un excelente compendio de refranes